Enlistar una empresa en la bolsa representa múltiples beneficios y oportunidades de crecimiento. La entrada al mercado de valores permite que ésta pueda aumentar su valor, fortalezca su estructura financiera, mejore su imagen y proyección internacional y tenga acceso a mejores fuentes de financiamiento.
Además de estas ventajas, listar una empresa en bolsa aumenta el acceso al capital, hace más transparente la rendición de cuentas, mejora la importancia de la marca y su visibilidad, incrementa la liquidez a corto y largo plazo, entre otros beneficios. Las empresas que están listadas en el mercado público de Estados Unidos se benefician de pertenecer a un mercado que ofrece un mecanismo de innovación y alta liquidez.
La vía tradicional para que una empresa entre a la bolsa de valores en Estados Unidos es por
medio de una Oferta Pública Inicial (OPI). Este modelo permite que la empresa pueda recaudar
capital de inversionistas públicos y utilizar ese dinero para ampliar el negocio; no obstante, este
proceso está estrictamente regulado y puede tardar más de un año para su aprobación.
En años recientes se han popularizado las Sociedades de Propósito Específico para la
Adquisición de Empresas (SPACs, por sus siglas en inglés), un innovador vehículo para
bursatilizar compañías de una manera más eficiente.
“Durante el último par de años se ha registrado un boom de las SPACs, o empresas de cheque
en blanco, en Estados Unidos. Este vehículo permite que las compañías, principalmente en
crecimiento o empresas con enfoque innovador y de alta escalabilidad, lleguen sin obstáculos a
los mercados públicos”, señala Guillermo Cruz, Managing Partner de Maquia Capital, grupo
financiero especializado en activos alternativos y fondos de inversión que busca la
bursatilización de empresas mexicanas y latinoamericanas.
SPAC u OPI, ¿qué ofrece cada modelo?
Las SPACs son fondos que no tienen actividad operativa y que se enlistan en mercados
públicos. Su objetivo principal es fusionarse con otra empresa privada para así listar en bolsa a
la empresa fusionada.
El tamaño de las SPACs varía desde los 30 millones de dólares hasta los 4,000 millones de
dólares. También suelen dirigirse a empresas que son de tres a cuatro veces más grandes que
éstas para mitigar el impacto de la estructura de capital.
Generalmente esto sucede durante un periodo de uno o dos años, de lo contrario, deben
devolver el capital a sus inversionistas. En este sentido, los fondos buscan proyectos
emergentes, innovadores y escalables.
Este esquema puede ser ideal para que una empresa consolidada y establecida, con un
modelo novedoso y un perfil disruptivo pueda entrar a competir a las grandes ligas a un nivel
global y alcanzar su máximo potencial.
El tiempo de espera para empezar a cotizar en la bolsa es un diferenciador que juega a favor
de las SPACs. Mientras que una Oferta Pública Inicial tradicional puede tardar entre 12 y 18
meses, por medio de este esquema se puede enlistar a una empresa en los mercados públicos
en entre cuatro y seis meses.
OPI, el camino tradicional
La Oferta Pública Inicial es el camino tradicional para bursatilizar una empresa. Éste
mecanismo se utiliza, al igual que las SPACs, para conseguir financiamiento a largo plazo para
la expansión o las operaciones de la empresa por medio de la venta de acciones de la
compañía.
Este modelo contempla diversos procesos burocráticos: aprobación de la junta directiva de la
compañía, ensamblaje del equipo de la OPI, contratación de equipo legal y firma de
contabilidad, revisión de finanzas de la empresa, due diligence, selección de banco de
inversión, redacción del prospecto para buscar inversionistas, presentación del prospecto a la
Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés), sindicación, entre otros.
“Los dos modelos corresponden a perfiles distintos y necesidades distintas de las compañías.
Una startup que es líder en su mercado y busca competir a nivel mundial puede optar por un
esquema que le permita ahorrarse la burocracia”, agrega Guillermo Cruz, Managing Partner de
Maquia Capital.