Hace unos meses presenciamos apagones derivados del desabasto de la principal materia prima con la que se genera electricidad en el país, el gas natural. Estos desabastos tuvieron su origen en cuestiones climatológicas —al congelarse los ductos de transportación de gas, se cerró la llave a este material, que se volvió escaso y caro; en consecuencia, se limitó la llegada de gas al país, ocasionando irregularidades en las plantas generadoras de electricidad—. Esta situación dejó en claro la fragilidad del sistema eléctrico mexicano a los cambios climáticos y su dependencia a los combustibles de tipo fósil.
Actualmente la matriz energética en México depende aproximadamente un 70%[1] de combustibles fósiles, lo que significa que más de la mitad del país es abastecido con energía que depende de la disponibilidad de estos combustible y para nuestra mala fortuna son un recurso finito, característica importante de la fragilidad del sector y altamente relacionada con el costo de energía. En cambio las energías renovables toman su nombre de su capacidad de regenerarse, lo que las convierte en infinitas.
Además, gran parte del combustible que se utiliza para generar electricidad es importado. México es el principal país receptor de exportaciones de gas natural; con el paso de los años la cantidad importada ha demostrado una tendencia de aumento, lo que significa que a mayor necesidad de energía hemos requerido mayor importación de gas. Es evidente que somos incapaces de satisfacer nuestra propia demanda con recursos fósiles nacionales; por lo que, nuestra seguridad energética depende de nuestras relaciones internacionales y a su vez de la disponibilidad de recursos de estas.
Otro punto importante relacionado a la fragilidad del sector es que al menos 30% de las redes de transmisión eléctricas del país son altamente vulnerables al Cambio Climático, así como a fallas derivadas de la cadena de producción de electricidad[2]. Esto evidencia la falta de mantenimiento y la necesidad de renovación de las mismas; lo que plantea una gran oportunidad para generar instalaciones inclusivas para energías renovables.
Por último pero no menos importante, la producción de energía por medio de combustibles fósiles está relacionada con la contaminación atmosférica y por consecuencia el Calentamiento Global; lo que significa que la producción de energía en México es altamente contaminante y promotora de enfermedades respiratorias; esto no sólo atenta con la salud de la población sino que pone a México lejos de su meta de disminución de emisiones.
Es evidente que la dependencia del sistema eléctrico mexicano a los combustibles fósiles lo convierten en un sistema frágil e incapaz de asegurar la seguridad energética de la población; en cambio, si se hicieran los esfuerzos necesarios para incluir las energías renovables, la matriz energética sería más diversa y menos dependiente de otros países, seríamos capaces de generar nuestros propios recursos y a la par de preservar el medio ambiente disminuyendo las emisiones de gases de Efecto Invernadero causantes de la contaminación ambiental y Cambio Climático.
Para lograr esto es crucial que se trabaje de manera intersectorial entre el estado y la iniciativa privada para poder generar oportunidades de desarrollo a las energías renovables, en especial, ya que éstas se demuestran como la mejor opción para fortalecer el ahora débil sistema eléctrico nacional.
[1] ACUERDO por el que la Secretaría de Energía aprueba y publica la actualización de la Estrategia de Transición para Promover el Uso de Tecnologías y Combustibles más Limpios, en términos de la Ley de Transición Energética. (2020, febrero). SEGOB. https://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5585823&fecha=07/02/2020
[2] Zarco, J. (2021, 24 febrero). “Prioridad a la Generación Distribuida y diversificar la Matriz Energética”. pv magazine Mexico. https://www.pv-magazine-mexico.com/2021/02/24/prioridad-a-la-generacion-distribuida-y-diversificar-la-matriz-energetica/