Análisis
Oxford Business Group
Mientras los países y compañías energéticas de todo el mundo buscan acelerar sus transiciones hacia recursos energéticos más limpios, las naciones latinoamericanas están desarrollando planes para aumentar la producción, el consumo y la exportación del llamado hidrógeno verde, que se genera a partir de recursos energéticos no contaminantes.
Uno de los desarrollos más recientes y de alto perfil se produjo en junio, cuando la provincia argentina de Tierra del Fuego, ubicada en el extremo sur de América del Sur, delineó planes para desarrollar una industria de hidrógeno y amonio.
Dicha provincia está intentando utilizar los amplios recursos eólicos de la región para atraer 6 mil millones de dólares en inversión en tecnologías para producir el combustible. Esto incluye la inversión en parques eólicos para generar electricidad que se puede utilizar para alimentar electrolizadores, que eliminan los átomos de oxígeno del agua para producir hidrógeno.
Una vez establecido, parte del hidrógeno del proyecto se usará para producir amonio, que además de usarse para crear fertilizantes, también puede servir como combustible portador para transportar hidrógeno a través de tuberías a mercados derivados.
Junto con las fuentes renovables como la energía solar y la eólica, el hidrógeno se considera un posible combustible bajo en carbono o sin carbono, clave para la transición hacia alejarnos de los combustibles fósiles.
Mientras que países en América Latina y el Caribe se enfocan en el hidrógeno verde, los países productores de hidrocarburos como Argentina, Colombia y Trinidad & Tobago pueden utilizar una técnica de captura y almacenamiento de carbono, para eliminar las emisiones de carbono de su proceso de producción, y generar el llamado “hidrógeno azul”.
El pronunciamiento de Tierra del Fuego viene en función de un anhelo de hidrógeno (y de sus beneficios económicos y ambientales) creciente.
Si bien América Latina contaba con solo 3 proyectos piloto de hidrógeno en 2019, en Argentina, Chile y Costa Rica, para 2021 la región tenía ya una cartera de más de 25 proyectos en cola, según la Agencia Internacional de Energía; muchos megaproyectos a escala GW que pretenden exportar hidrógeno a Europa y Asia.
Beneficios económicos
El hidrógeno tiene un potencial significativo como sustituto energético verde de los combustibles fósiles en la generación de energía, sobre todo en el sector industrial de gran consumo energético; pero también como combustible para el transporte en varios sectores.
Argentina y Brasil tienen los planes de hidrógeno más expansivos del continente y buscan convertirse en importantes centros de exportación para abastecer mercados de Europa, el centro de la demanda mundial de hidrógeno, y de Asia.
Como el segundo mayor productor mundial de energía hidroeléctrica y fuente de considerables recursos eólicos y solares, Brasil tiene un potencial significativo para producir hidrógeno. Algunas estimaciones sugieren que el país podría ganar entre 4 y 6 mil millones de dólares para 2040 exportando hidrógeno a la U.E. y a EE.UU.
Al completarse, el proyecto de hidrógeno verde Base One en el noreste del país, de 5,4 mil millones de dólares, será el más grande del mundo; con la capacidad de producir 600,000 toneladas al año a partir de 3.4 GW, de una combinación de energía solar y eólica.
Más allá de la energía, el hidrógeno tiene importantes implicaciones para el sector alimentario, entre otros; parte de los efectos positivos que puede tener el desarrollo del hidrógeno en cuanto a abordar los desafíos globales.
“El hidrógeno tiene múltiples aplicaciones, no solo dentro del sector energético, sino también en la fabricación de fertilizantes, una preocupación cada vez más crítica en los países de todo el mundo”, Rodrigo Rodríguez Tornquist, Secretario de Cambio Climático, Desarrollo Sostenible e Innovación del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de Argentina, dijo a OBG.
“A nivel mundial se están discutiendo tres grandes crisis: la crisis energética, alimentaria y ambiental. El hidrógeno es un componente clave en las tres áreas, ya que genera una solución energética más sostenible, permite la producción de alimentos y acelera la descarbonización de la economía”
Llegando a los mercados de exportación
Para cumplir con sus ambiciones de hidrógeno, los países latinoamericanos deben considerar la parte más desafiante y costosa de la industria energética: el transporte.
Es probable que esto involucre tanto tuberías internas para mercados intercontinentales como terminales de exportación marítima para llegar a Europa y Asia.
Uno de los aspectos más atractivos del hidrógeno es que las tuberías de hidrocarburos se pueden reutilizar para transportarlo. América Latina y el Caribe ya cuenta con sólidas redes de oleoductos tanto en el norte, a partir de Venezuela y T&T, como en el sur, desde Bolivia, que desembocan en Argentina y Brasil y podrían servir para alcanzar estas ambiciones de exportación.
En el caso de Tierra del Fuego, la ubicación de la provincia en la punta de América del Sur implica una posición estratégica para potenciales exportaciones a Asia.
Además de abastecer los mercados de exportación, la producción de hidrógeno también podría resultar en el uso de combustibles más rentables y respetuosos con el medio ambiente a nivel nacional.
“América Latina no solo tiene potencial para abastecer mercados internacionales de alta demanda como Europa, que ha sido más agresivo en su adopción de energías limpias, sino también para desplazar combustibles importados”, dijo Alfonso Blanco, director ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía. “Las grandes ventajas naturales de países como Argentina y Chile para producir energía renovable permiten la producción de hidrógeno verde a bajo costo y a gran escala”.
Plazos de desarrollo
La absorción del hidrógeno en el sistema energético mundial durará décadas, y la mayoría de los megaproyectos en América Latina apuntan a 2030 como fecha límite para su finalización. Este cronograma brinda a los gobiernos más tiempo para establecer los marcos regulatorios, institucionales, legales y comerciales que permitirán que el hidrógeno penetre en el sistema energético mundial de manera significativa.
Por ejemplo, uno de los proyectos más grandes en América Latina es la instalación Pampas de 8.4 mil millones de dólares en la provincia argentina de Río Negro, que busca generar 15 GW en energía que producirá 2.2 millones de toneladas de hidrógeno verde para 2030.
De manera similar, Uruguay ha elaborado una hoja de ruta para el hidrógeno que apunta a construir 10 GW de energía renovable para alimentar electrolizadores como parte de los planes de convertirse en un exportador neto en la década de 2030.
En última instancia, la clave para desarrollar proyectos de hidrógeno con bajo contenido de carbono e intensivos en capital será la cooperación entre el gobierno y las empresas, que, según las cifras de la industria, debe continuar incluyendo incentivos para la energía renovable.
“A nivel mundial, el hidrógeno permitirá la descarbonización de muchos sectores, no solo en términos de generación de electricidad, sino también de consumo de energía, especialmente en los sectores industrial y de transporte”, dijo Rodríguez Tornquist a OBG. “Sin embargo, esta transición requiere una hoja de ruta a largo plazo y recursos significativos, lo que requerirá que todas las partes interesadas en el sector público y privado alineen sus necesidades y expectativas”.