El domingo fue un día de elecciones. En diferentes latitudes había qué ganar y, en todas ellas, el premio era el mismo: la confianza…La confianza y el control.
Ya antes del encuentro, en Twitter anunciaban que la alineación sería -según los más entendidos en materia- mejor y más ofensiva que la presentada en el último partido. Siendo menos halagüeños, lo cierto es que al campo saltó un once conocido y quemado desde hace tiempo; Ochoa regresaba a su sitio, Moreno lideraba la central, “HH” tomaba el puesto de contención y el Tecatito era la esperanza de encontrar las llaves al gol.
A decir verdad, tanto la propuesta de Ecuador como la del seleccionado mexicano fue muy entretenida durante los primeros minutos del encuentro. Todos corrían, todos pegaban, todos intentaban hacer pases de primer toque y ser arriesgados, pero, una vez más, todo ese vértigo que uno como espectador agradece cuando conduce a emociones, se volvió turbio y carente de sentido.
Un dato revelador es que Raúl Jiménez, nuestro delantero centro, no ha anotado para el Tri un gol que no sea de penal desde su regreso de la fractura de cráneo (que me sabe mal mencionarlo, porque ya bastante hizo con volver).
En lo personal, y dejando de lado que eso habla poco de lo que tenemos que hablar acerca de nuestro futbol, lo que más me emocionó fue ver que a Andrés Guardado le perdonaban una expulsión y la transformación de ese acto en una semilla de guerra entre ambas selecciones. Guerra de codazos.
Escuché hace poco un podcast de Martín Ainstein, el periodista de ESPN, donde descalificaba la elección de palabras que muchas veces se utiliza en el deporte, por ejemplo, hablar de una “guerra” entre dos equipos de futbol que se “matan” y “dejan la piel” por alcanzar la victoria. Y tiene total razón, pero prefiero sumarle esos adjetivos al partido de ayer que aceptar que perdí dos horas de mi día.
Porque aquí perder sólo el PRI, el PAN, lo que resta del PRD y todos los partidos satélites afines. Al medio tiempo del partido del Tri en Chicago, en las noticias ya hablaban de una aplastante victoria de Morena: de las seis gubernaturas en juego (y de las que no gobernaba ninguna) logró quedarse con cuatro.
Es decir, a falta de la confirmación oficial por parte del INE, ahora Morena acapara 20 de las 35 entidades en territorio nacional. Así se eligió.
Lo que queda de partido no es ni anecdótico, aunque no resta decir que Luis Chávez consiguió muy buenos minutos. Pero el final es un empate a ceros insulso.
No puedo decir que México no lo intentó. Tampoco obviar que Ecuador no es un similar cualquiera (cuarto clasificado en las eliminatorias sudamericanas). Pero, temo que este es uno de los momentos más bajos que le he visto a un representativo nacional a meses de encarar un mundial.
Cada cuatro años pasa algo similar, no es ninguna sorpresa. Recordar que a Osorio le pitaban y que el Piojo evocó una amplia cantidad de dudas en sus partidos de preparación, es un acto de buen aficionado y al mismo tiempo algo que sirve como tranquilizante ante la situación que hoy atravesamos con el Tata. Pero también es importante saber que en esos ciclos mundialistas uno o dos seleccionados estaban pasando por buen momento, o un planteamiento táctico fue ejemplar y eso impulsó al equipo.
Hoy con el Tata no hay de donde uno pueda atar su esperanza.
Quizá habría que elegir como lo hizo Andrés Manuel López Obrador, que hoy anunció no irá a la Cumbre de las Américas por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Que vaya por nosotros Argentina, que les evitamos la fatiga.
Hace rato escribí que aquí los únicos perdedores son el PRI, el PAN, lo que resta del PRD y todos los partidos satélites afines. Pero si soy más amplio, la verdad es que, dados los resultados, las elecciones que tomamos o dejamos de tomar nos han llevado a los gobernados y aficionados a un empate eterno.
Morena no fue la solución (como botón, la disminución de empleos formales en mayo), el Tata tampoco (como botón, de los últimos diez partidos de la selección ante rivales mundialistas sólo se le ganó a uno, Canadá), y mi obsesión por evitar asumir los errores (como botón, perder dos horas de mi domingo por un partido sin sentido) no va a solucionar nada.
Ni hablar, estas son las elecciones que tenemos.
Jaime Iván Cortés Sandoval
Instagram: @j.ivancs