Los retos que está enfrentando la economía mexicana parecen aumentar rápidamente. En el frente
externo, la política arancelaria de Trump nos afectará severamente. Además de la incertidumbre, ya
estamos observando efectos materiales, como la caída de las exportaciones automotrices de 9%
hacia los Estados Unidos de Norteamérica. Y aunque el Gobierno diga que no habrá una guerra
arancelaria, esta ya se está sembrando en todo el mundo.
En el frente interno, ha habido un decrecimiento económico en los primeros meses de 2025, la
caída en el consumo interno, la disminución de la inversión fija bruta, la caída en la industria de la
construcción, la disminución en el envío de remesas familiares, y una tendencia al alza de la tasa de
inflación.
En este contexto, la Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo su tasa de referencia sin
movimiento (en 5.25% – 5.50%) dadas las presiones inflacionarias y aún con un pronóstico de
crecimiento menor al 2% y una amenaza latente de una recesión.
En cambio, el pasado 27 de marzo, la Junta de Gobierno de Banco de México decidió por
unanimidad bajar la tasa de interés de referencia de 9.50% a 9% lo cual podría provocar dos cosas
importantes: 1. El retiro de los capitales del mercado mexicano de dinero, lo que presionaría el tipo
de cambio; y 2. Un estímulo a la demanda que podría volver a acelerar la inflación.
Los argumentos de la Junta de Gobierno de Banxico son un conjunto de generalidades y han sido
menos precisos que en otras ocasiones; cosa que no es menor en un contexto de avasallamiento
del exterior y de problemas económicos internos. En lo único que coincido con ellos es que, los
fenómenos meteorológicos podrían elevar aún más los precios de los productos agropecuarios.
En conclusión, ante una posible desaceleración económica en México, lo más aconsejable es tomar
providencia, asegurar su patrimonio, guardar su dinero y esperar que no ocurran mayores eventos
negativos ni en México ni a nivel mundial.