El Comité de Política Monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos de Norteamérica tomando en cuenta los indicadores de salud pública, de inflación, de las condiciones del mercado laboral, de las condiciones financieras globales, y de las relaciones políticas internacionales tomó la decisión de aumentar en 75 puntos base la tasa de interés de referencia, para ubicarla en un intervalo de 3.0 a 3.25%.
Con ello, la expectativa de la política monetaria a nivel mundial seguirá siendo que los bancos centrales aumenten sus tasas de referencia. Así como ha venido ocurriendo con países de Europa, Asia y América Latina, que han reaccionado ante las presiones inflacionarias que rondan todo el planeta.
Cabe destacar que, desde el acuerdo de Bretton Woods en 1944, la política monetaria de la Reserva Federal ha marcado la pauta en dos factores fundamentales: el patrón hegemónico del dólar y la fijación de las tasas de interés globales. En este contexto, el Banco de México deberá aumentar las tasas de interés de referencia -también- en 75 puntos base para contener la inflación que parece estar desbordada, en particular en alimentos y bebidas (frutas y verduras, productos pecuarios) donde supera los dos dígitos y que, en su índice general, para el mes de agosto se ubicó en una tasa anual de 8.70 por ciento.
En consecuencia, el Banco de México elevará su tasa de interés de referencia a 9.25%, lo cual eleva el costo del dinero para contener la demanda y, a su vez, frenar la inflación.
El problema de esta alza de interés es que elevará el costo de la deuda, ya que todos los valores gubernamentales (CETES, BONDES, bonos, udibonos y BREMS) pagarán un mayor rendimiento. Esto tendrá un doble propósito: mantener los capitales en el país, y evitar un abrupto deslizamiento del peso.
En síntesis, el Banco de México no podrá eximirse de seguir aumentando las tasas de interés mientras la inflación no descienda; aunque castigue el crecimiento económico.