Aunque mucho se ha hablado de las distintas opciones para descarbonizar el sistema energético, poco se menciona de la sinergia entre este y distintos factores de desarrollo. Aprendiendo de los errores del actual sistema energético, creo que es crucial estudiar y conocer estas interacciones y cómo es que éstas impactan en las poblaciones. Un caso ejemplar es el de la competencia de los biocombustibles con la seguridad alimentaria.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) para poder alimentar a la población esperada en 2050 necesitamos cerrar una brecha nutricional alimentaria del 55%, esta brecha se calculó con la producción real de calorías frente al número estimado de población y consumo de calorías en 2050; dicho cierre de brechas se ha convertido en un objetivo sostenible y puede lograrse mediante la disminución de la tasa de crecimiento de la demanda o mediante el aumento de la oferta, este aumento tendría sustento en una mayor cosecha que por consiguiente significa una mayor área de cultivo.
Mientras tanto, los biocombustibles se han convertido en una opción considerable para descarbonizar la industria del transporte y como tal han sido subsidiados en muchos países. Sin embargo, la recolección de fuentes de energía a menudo compite por la tierra con la producción de alimentos; sin tomar en cuenta que, si utilizáramos toda la biomasa recolectada en el mundo —suponiendo que la eficiencia de conversión de este tipo de combustible sea del 24%— esto solo suministrará el 20% de la energía mundial que se prevé que se necesitará en 2050, no obstante si se elimina gradualmente el uso de biocombustibles significa una disminución del 10% en la brecha nutricional alimentaria, mientras que la implementación de logros de biocombustibles más ambiciosos significa aumentar la brecha en un 30% (WRI, 2018)
Esto, junto con el hecho de que se necesita una gran cantidad de tierra para producir una pequeña cantidad de bioenergía debido a las bajas tasas de conversión, hace que los biocombustibles sean la opción menos atractiva en esta competencia. Sobre todo, teniendo en cuenta que otras energías sostenibles como los sistemas fotovoltaicos tienen una mayor eficiencia generando al menos 100 veces la energía utilizable por hectárea (Hemlich Ralph, 2015). De acuerdo con estos dos hechos, todavía existe la creencia equivocada de que los biocombustibles son una fuente libre de carbono, cuando otras fuentes de energía renovable cumplen mejor esa promesa.
Incluso cuando algunas acciones como la cosecha estacional, la madera de desecho urbano y el aumento de la productividad del sistema, entre otras, podrían implicar una mejor distribución de la tierra y los cultivos, la energía producida a partir de estas opciones sería modesta en comparación con las necesidades energéticas humanas. Por tanto, en mi opinión la eliminación de los biocombustibles como energías renovables neutras es una medida acertada para disminuir su presencia en las políticas energéticas y los programas de comercialización de GEI, y también la mejor opción para acabar con la competencia y dar cabida a otras energías renovables y objetivos energéticos alineados.
Siendo que la lucha contra la crisis climática es urgente, este es un buen momento para sumar esfuerzos con otras crisis como en este caso la alimentaria tomar decisiones acertadas que nos encaminan a una mejor sociedad; para ello es necesario estudiar y analizar cuidadosamente todas nuestras opciones.
http://www.fao.org/3/a-bt437e.pdf
https://www.wri.org/blog/2018/12/how-sustainably-feed-10-billion-people-2050-21-charts
https://www.wri.org/publication/avoiding-bioenergy-competition-food-crops-and-land