El fin de semana fuimos testigos de otro desastre a manos de los combustibles fósiles. Es evidente que nuestro actual modelo de consumo energético es insostenible y por ello las energías limpias son necesarias; pero, también es importante analizar el contexto que ha permitido el actual modelo para entender que la transición energética no es la solución absoluta.
Para evaluar a un modelo energético el Consejo Mundial Energético (WEC, por sus siglas en inglés) propone una herramienta en la que se evalúan 3 características del modelo a calificar: la seguridad energética, la sostenibilidad y la competitividad[1].
¿Qué hay detrás de este modelo? y ¿Por qué a pesar de lo evidente no se ha logrado un cambio tangible?
Pensando en el modelo actual en el que más de 1000 millones de personas viven en pobreza energética, además de que depende de un sólo tipo de combustible, eliminando el factor competitividad y que este combustible es finito y altamente contaminante es evidente que este modelo no
cumple con ninguna de las características.
Pero ¿Qué hay detrás de este modelo? y ¿Por qué a pesar de lo evidente no se ha logrado un cambio tangible?
En temas de política ambiental, a nivel mundial se han destinado cantidades de inversión y acciones a tomar, respecto a este tema; sin embargo, numerosas agencias dedicadas a la causa levantan la mano advirtiendo que los cambios no son suficientes.
Nos queda presenciar, una y otra vez, cómo se priorizan proyectos por su valor económico sin evaluar el impacto ambiental que estos tendrán.
Las alianzas entre países lejos de aprovecharse como una oportunidad de desarrollo y apertura de mercado para la transición energética, pocas veces consideran lo ambiental como una ventaja superior, dejando de lado esta emergencia.
Para la economía, los números son eso, números; por lo que, se ponen en la balanza sólo por sus características de rendimiento económico haciendo posible el veredicto de que la transición energética es un procedimiento caro.
En el caso de las empresas son pocas las que se animan a apostar por el cambio y esto sucede únicamente cuando han vislumbrado las ventajas del mismo; y no, como acto responsable consecuente de su alto consumo energético y lo que esto impacta en la sociedad.
Mientras tanto, como sociedad permitimos y abrazamos culturas consumistas y en el intento de saciar estas necesidades creadas, no nos detenemos a revisar el trasfondo de los productos o el impacto de nuestras decisiones, vivimos en una cultura acelerada donde la empatía se está reemplazando con individualidad.
Es evidente que la transición energética es una herramienta contra el cambio climático pero si no se cambia la manera de visualizar el modelo energético, así como las prioridades políticas, económicas y sociales esta herramienta sólo funcionará para complementar a la energía fósil y cumplir una demanda desaforada.
Se necesita una política más acertada y ambiciosa, que sea capaz de comprender que este es un tema urgente, se necesita una población empoderada y consciente, se necesitan cambios drásticos por qué no aplicar estos cambios tendrán consecuencias más drástica aún.
[1] World Energy Council. (2021, 1 enero). WORLD ENERGY TRILEMMA INDEX.
https://www.worldenergy.org/transition-toolkit/world-energy-trilemma-index