La COP29 ha representado un avance significativo en la cooperación internacional para enfrentar el cambio climático. Los compromisos alcanzados en materia de financiamiento y creación de un mercado de carbono son pasos en la dirección correcta. No obstante, la incapacidad de llegar a un consenso sobre la eliminación gradual de los combustibles fósiles revela la complejidad de los desafíos que aún persisten.
El carbón, durante siglos, ha sido el motor de la revolución industrial y un pilar fundamental en la generación de energía eléctrica, sin embargo, su uso ha dejado una huella imborrable en el planeta, generando graves consecuencias ambientales y sanitarias, toda vez que su combustión libera grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), siendo este el principal gas de efecto invernadero responsable del calentamiento global, entre otras partículas como el óxido de azufre y nitrógeno, entre otros, que contribuyen a la formación de smog y lluvia ácida, con graves impactos en la salud humana y los ecosistemas (IPCC, 2021).
Tan sólo México, en el 2015, emitió 683 millones de toneladas de bióxido de carbono equivalente (MtCO2e) de gases efecto invernadero (GEI). Este es el resultado de la actualización del “Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero (INEGYCEI)” que presenta el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). Dicho inventario comprende las emisiones de bióxido de carbono, metano, óxido nitroso, etc., en el cual, para lograr determinar la cantidad señalada, se obtuvo que, del total de las emisiones, 64% correspondieron al consumo de combustibles fósiles; 10% se originaron por los sistemas de producción pecuaria; 8% provinieron de los procesos industriales; 7% se emitieron por el manejo de residuos; 6% por las emisiones fugitivas por extracción de petróleo, gas y minerías y 5% se generaron por actividades agrícolas.
Entre los agentes económicos más contaminantes está la generación de electricidad mediante combustión interna, específicamente mediante el uso de carbón, diésel y/o combustóleo; actualmente en México se cuenta con 3 centrales eléctricas carboeléctricas cuyo elemento energético primario es el carbón, con 15 unidades generadoras en operación, dando un total de 5,463.450 MW de capacidad.
La necesidad de abandonar el carbón y adoptar energías limpias es cada vez más urgente. Desde el siglo XVIII, este combustible ha sido la columna vertebral de nuestra producción energética. Ahora bien, la pregunta es ¿cómo podemos realizar esta transición de manera efectiva? Las centrales carboeléctricas convierten la energía química del carbón en electricidad a través de un proceso de combustión. Sin embargo, este método genera grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Una alternativa es aprovechar los residuos no reciclables como fuente de energía (waste to energy), lo que permitiría reducir las emisiones y abordar el problema de la gestión de residuos.
En ese sentido, atendiendo a una economía circulante, se busca renovar los procesos de generación de electricidad, erradicando aquellos que utilizan combustibles altamente contaminantes, por quema de residuos, que no son reciclables, y que pueden ser concentrados y distribuidos a estas centrales, logrando así, erradicar dos elementos de gran importancia, por una parte erradicar los más de 42 millones de toneladas de basura que México genera y, por otra, el compromiso de descarbonizar los procesos industriales y reducir al máximo las emisiones de GEI. Logrando, con ello erradicar la basura existente, gestionando sistema efectivo de distribución se canalizaría la misma a vertederos especiales que sirvan de fuente para la generación de electricidad.
La transición hacia energías limpias requiere de acciones contundentes a todos los niveles. Dada la necesidad de reducir drásticamente las emisiones de CO2 y los altos costos de construir nuevas centrales eléctricas, se propone reconvertir las plantas de carbón existentes para que utilicen residuos no orgánicos como combustible (Waste to energy). Esta solución permitiría disminuir la contaminación y aprovechar un recurso que, de otra manera, terminaría en vertederos.
Además de reducir nuestra huella de carbono, esta propuesta ofrece múltiples beneficios ambientales. Al gestionar los residuos de manera más eficiente, podemos proteger nuestros ecosistemas, preservar la biodiversidad y prevenir la contaminación de los suelos y los océanos. Esta iniciativa representa un paso importante hacia un futuro más sostenible para todos
En ese sentido, al transformar los residuos en una fuente de energía, estamos cerrando el ciclo de vida de los materiales y creando un modelo económico más circular. Esto no sólo reduce la presión sobre los recursos naturales, sino que también estimula la innovación y la creación de nuevas industrias relacionadas con la gestión de residuos y la generación de energía limpia. Además, al reducir la dependencia de los combustibles fósiles, disminuimos nuestra vulnerabilidad a las fluctuaciones de los precios de la energía en los mercados internacionales.
Bibliografía
Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático. (s/f). Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero. gob.mx. Recuperado el 17 de diciembre de 2024, de https://www.gob.mx/inecc/acciones-y-programas/inventario-nacional-de-emisiones-de-gases-y-compuestos-de-efecto-invernadero
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Residuos Sólidos urbanos: la otra cara de la basura. México.