En los años setenta vivimos un proceso semejante al que hoy se registra, con fuertes crecimiento en la inflación y nulo crecimiento económico, tal fue el debate entre los economistas europeos y estadunidenses. Sin embargo, para los noventa el elemento predominante fue vivir procesos hiperinflacionarios, aunque con fuertes ritmos de crecimiento económico, para lo cuál se aplicaron programas de estabilización económica ortodoxos y heterodoxos los cuales combinaban las políticas monetaria y fiscal de tal manera que se lograra el crecimiento económico con bajas tasas de inflación. Los resultados exitosos fueron muchos, incluido México con el Pacto Económico a finales de los ochenta.
Al respecto, una buena noticia. Se está consolidando el crecimiento económico en los Estados Unidos de Norteamérica (6.1%) con niveles de inflación también de 6.1%. No obstante, el éxito de la política económica estadunidense radica en una combinación adecuada de la política monetaria que aplica la Reserva Federal (FED) y una política fiscal que promueve el consumo personal y estimula la inversión.
Cabe destacar que la política de la Reserva Federal en los últimos cinco años había sido alcanzar un 2% de inflación con una tasa de interés de referencia de casi cero, con el propósito de reducir la tasa de desempleo. Con la pandemia y el estancamiento económico a nivel mundial la perspectiva se ha modificado para pensar en que se puede convivir con altas tasas de crecimiento económico y medianas tasas de inflación.
En el caso de México, la política monetaria del Banco de México ha logrado consolidar el objetivo central de Banxico al elevar recientemente la tasa de interés de referencia a 5%. Con ello es el cuarto incremento de 25 puntos base en este año. El propósito es reducir el ritmo inflacionario que podría llegar a dos dígitos, pero también para seguir frenando la fuga de capitales; ya que si la Reserva Federal eleva la tasa de interés de referencia, los flujos de capital de los países emergentes retornaran a los Estados Unidos de Norteamérica.
Por su parte, la política fiscal está preocupada y ocupada más en un proceso de recaudación que en un proceso de fiscalización y de estímulo a la economía. Y que por tanto es divergente de la política monetaria. Con esta combinación el camino hacia el estancamiento con inflación es muy probable. Respecto al crecimiento económico será difícil el 6.2% pronosticado por Hacienda. Es muy probable que, a pesar del rebote, se alcance apenas un 3% debido a los retrocesos recientes en la producción industrial, en el rezago en el sector terciario y un sector agrícola deprimido.
En conclusión, el exceso de oferta que propicia el efecto inflacionario no está siendo sofocado por un aumento en la inversión y el consumo, ni público ni privado. En cambio, el ingreso personal, la capacidad de ahorro, el empleo, y los niveles salariales seguirán deprimidos si no establecemos una ruta hacia el crecimiento económico con una sincronización de la política fiscal y monetaria.