El hecho de que la energía funja como catalizador del desarrollo humano hace a la transición energética un reto, pero también una gran oportunidad de resanar otros sectores por medio de esta remodelación; y es que, si algo nos han demostrado las fallas en el actual modelo, es que el más grande error es ignorar el impacto de nuestras acciones. Pero, esto significa que si somos conscientes de que una acción tiene eco en otras, también podremos aprovecharnos de este eco.
Actualmente los sistemas de generación y producción de energía son altamente dependientes de los combustibles fósiles; sin embargo, la situación medioambiental ha resultado en la necesidad de una matriz energética plural y más eficiente, articulada para la lucha contra el cambio climático y la reducción de GEI. Sin embargo, para que la transición energética de combustibles fósiles a fuentes renovables sea exitosa —tomando en cuenta la importancia actual de la energía — las políticas energéticas que la soporten, deben de aspirar a satisfacer las demandas sociales relativas al sector, siendo que la satisfacción de demanda antecede jerárquicamente en importancia a cualquier daño medioambiental ocasionado por la producción de energía (La sociedad, 2017).
En estas palabras recae uno de los dilemas más importantes de la sociedad actual. En un mundo donde el hambre, la pobreza y la desigualdad crecen a la par de la población, se entiende que es difícil priorizar una sola crisis. Sin embargo también en este gran dilema veo la gran oportunidad de interconectar un sistema con otro.
Tomemos el caso del seguridad alimentaria como ejemplo, la producción de alimentos es una de las industrias con mayor uso de energía, ya que ocupa alrededor del 30% del consumo mundial; esta energía se dedica a producir, procesar, transportar y distribuir alimentos.El mantenimiento de los alimentos después de su recolección y procesamiento es uno de los procesos más intensivos, ya que requiere secado, enfriamiento y almacenamiento. Sin embargo, estos pasos son cruciales para brindar seguridad alimentaria. Según se informa, 1/4 de la producción de alimentos en todo el mundo no se consume (WRI, 2020), reducir el desperdicio de alimentos en un 25%, cerraría la brecha alimentaria en un 12%, la brecha de tierra en un 27% (WRI, 2020 ).
El proceso de poscosecha es alto en recuentos de GEI; además, dicho proceso no siempre está disponible en países de bajo PIB donde se pierden muchos alimentos por descomposición en su transporte. Muchos métodos de procesamiento de alimentos requieren energía térmica, mecánica y eléctrica. Por esta razón, el reto de preservar los alimentos pareciera un reto contradictorio al de reducción de GEI.
Sin embargo, incluso cuando no se ha prestado mucha atención al desarrollo de un proceso de poscosecha más sostenible, se ha demostrado que las energías renovables son la mejor opción para lograrlo, esto gracias a sus bondades en cuestiones geográficas y de recursos. Por lo que pensar en la descarbonización de la industria alimentaria, que genere más y mejor energía puede impulsar el desarrollo local, ahorrar dinero y contribuir a la mitigación del cambio climático.
Este como otros tantos casos demuestra la importancia de hacer de la transición energética una oportunidad para un nuevo modelo que funcione de manera intersectorial y que aproveche su eco para resolver problemas sociales, en ello se encuentra nuestra gran oportunidad de cambiar el destino a uno más seguro y sostenible.
Referencias:
-https://www.wri.org/publication/avoiding-bioenergy-competition-food-crops-and-land
-Sociedad, E. Y. (2017, 19 enero). 2. Seguridad de suministro. Energía y Sociedad. http://www.energiaysociedad.es/manenergia/seguridad-de-suministro/