Idally Pedroza Grupo Mictlán
Los recientes apagones registrados en distintas regiones del mundo han puesto en evidencia una verdad incómoda, incluso los sistemas eléctricos considerados entre los más avanzados son vulnerables. El caso más reciente en la península ibérica, donde millones de usuarios en España y Portugal quedaron sin servicio, lo que ilustra cómo la alta dependencia en energías renovables intermitentes, sin respaldo adecuado ni una integración regional robusta, puede desencadenar eventos críticos. En ese caso, la pérdida abrupta de 15 GW de generación (incluyendo 10 GW solares y 3.3 GW nucleares) provocó una caída súbita de frecuencia que la red no pudo absorber.
Este no ha sido un caso aislado. Europa del sudeste enfrentó en junio de 2024 otro evento de gran escala; Albania, Montenegro, Bosnia y parte de Croacia colapsaron ante una ola de calor, sobrecarga térmica y fallas en líneas clave de transmisión. El informe técnico de ENTSO-E diagnosticó lo que se está convirtiendo en un patrón; alta presión climática, debilidad estructural e insuficiente coordinación entre sistemas interconectados.
Al otro lado del Atlántico, la situación no es más alentadora. En abril de 2025, más del 77% de los usuarios de Puerto Rico quedaron sin electricidad, un evento que reavivó los temores latentes desde el huracán María y que evidenció lo frágil que sigue siendo su sistema eléctrico. Mientras que, en México, los apagones también se han vuelto más frecuentes y el sistema eléctrico ha experimentado fallas significativas.
El 24 de marzo de 2024 se afectaron cuatro estados del sureste sin una causa oficial clara. Se provocó una reducción temporal de presión en estaciones de bombeo de Pemex en Campeche, afectando los tiempos de inyección y transferencia de crudo. Aunque se activaron plantas de emergencia, se reportaron pérdidas operativas menores en los ductos que dependen de dichas estaciones eléctricas para mantener la presión necesaria para el transporte de petróleo y gas, incluso, hubo retrasos en la cadena logística marítima donde se vio comprometida la gestión del tráfico.
Del mismo modo, entre el 7 y el 10 de mayo del mismo año, al menos 20 estados enfrentaron interrupciones por exceso de demanda en medio de una ola de calor que elevó la carga a niveles récord. Se reportaron paros intermitentes en líneas de producción de plantas automotrices en Guanajuato y Querétaro, lo que generó pérdidas estimadas en más de $10 millones de pesos por retrasos en entregas y costos laborales improductivos. Así como afectaciones en centros industriales clave del norte del país en los que, las cámaras industriales locales solicitaron medidas urgentes para fortalecer el respaldo eléctrico, pues la región, representa más del 25% del PIB manufacturero nacional y es altamente sensible a estas disrupciones.
Estos casos evidencian una constante: la estabilidad eléctrica ya no depende únicamente de la generación, sino de una red con respaldo, monitoreo avanzado y capacidad de respuesta dinámica. Para los usuarios comerciales e industriales en México, esto se traduce en una necesidad urgente de contar con energía continua, estable y con atributos de calidad que respalden su operación y sus planes de descarbonización cuando sea necesario. Nuestro país, debe tomar nota y actuar proactivamente.
Estos sucesos no solo afectan a millones de personas; cuestionan la integridad misma del sistema eléctrico, y con ello, la viabilidad de la transición energética. México, como muchos países de América Latina, enfrenta el doble desafío de integrar más energías renovables mientras lidia con una infraestructura de transmisión y distribución envejecida. Según el PRODESEN 2023–2037, entre 2015 y 2022 se ejecutó menos del 20% de la inversión planeada en transmisión. El resultado: cuellos de botella que limitan la incorporación de nuevas plantas renovables y reducen los márgenes de seguridad operativa.
Electrificar la economía requiere más que voluntades políticas y metas de descarbonización ambiciosas; exige decisiones técnicas claras, reglas actualizadas y una red que funcione bajo presión. Requiere visión sistémica, marcos regulatorios modernos y una red con resiliencia operativa. Si bien las fuentes renovables son clave para alcanzar la carbono-neutralidad, su integración sin respaldo técnico (como análisis de carga, almacenamiento, generación síncrona o control de frecuencia) pone en riesgo la estabilidad de todo el sistema.
En México, las plantas térmicas aún representan un componente valioso por su capacidad de ofrecer servicios de estabilidad (inercia, frecuencia, potencia reactiva). Sin embargo, muchas operan con baja eficiencia, restricciones técnicas o regulatorias, y en ocasiones, alejadas de los puntos donde más se necesita su respaldo. Sumado a ello, la inexistencia de un mercado de servicios auxiliares desincentiva la inversión privada en soluciones de confiabilidad.
Frente a este panorama, países como Australia ofrecen lecciones valiosas. Su estrategia nacional, diseñada e implementada por el AEMO (Australian Energy Market Operator) por sus siglas en inglés, se apoya en cuatro pilares fundamentales:
Primero el Integrated System Plan (ISP), un plan técnico y prospectivo a 20 años que define prioridades de inversión en infraestructura, transmisión, respaldo y almacenamiento. Se actualiza bianualmente, es público, y se construye con base en evidencia científica, participación multisectorial y escenarios de alta penetración renovable.
En segundo lugar, Australia cuenta con un sistema de servicios obligatorios de estabilidad, donde ha institucionalizado el pago por servicios como control de frecuencia, inercia, arranque en negro y soporte de tensión. Esto permite operar con más del 75% de generación renovable sin comprometer la estabilidad del sistema.
Como tercer lugar, la digitalización del sistema eléctrico es una herramienta clave para mejorar la respuesta ante eventos críticos. En este rubro, Australia se ha posicionado como un líder global gracias a la implementación de soluciones del sistema de almacenamiento con baterías (BESS) que lleva por nombre “Hornsdale Power Reserve”, que ha demostrado su capacidad de estabilización en milisegundos.
Además, la red australiana ha incorporado inversores avanzados con funcionalidad de generación síncrona virtual, que permiten simular inercia, regular frecuencia y participar en esquemas de control dinámico, reduciendo así, la necesidad de respaldo fósil.
En México, si bien existen experiencias piloto como el sistema de baterías en La Paz Baja California Sur, aún falta una política pública que reconozca el rol estratégico del almacenamiento, la digitalización y escalabilidad. Inclusive, no hay una norma técnica oficial (como la que tienen los parques solares o eólicos) que defina cómo deben interconectarse y operar los BESS. Tampoco, existen estándares de desempeño o esquemas contractuales específicos para almacenamiento. CENACE y CRE han mostrado interés en los últimos años por explorar el almacenamiento, pero no han emitido disposiciones firmes para su integración formal al sistema y el PRODESEN 2024 apenas empieza a mencionar el papel del almacenamiento, pero sin líneas de acción concretas.
Finalmente, para adaptar el sistema eléctrico a las nuevas tecnologías y necesidades, Australia cuenta con una modernización regulatoria que cuenta con ajustes normativos con base al diseño de mercado lo que obliga a las autoridades a definir nuevas categorías de servicios, establecer cómo se remuneran, crea esquemas para que las inversiones en respaldo y transmisión tengan retornos claros y fomenta la participación de soluciones digitales, generación distribuida y agregadores de demanda.
Desde 2021, Australia ha reformado su normativa para establecer estándares mínimos de desempeño (Generator Performance Standards), para facilitar la entrada de tecnologías nuevas y permitir la participación de agregadores de demanda, microrredes e instalaciones híbridas sin depender solo de la red.
En Grupo Mictlán hemos trabajado de cerca con operadores, reguladores y desarrolladores en mercados internacionales. Nuestra experiencia en Australia, por ejemplo, nos ha mostrado que la estabilidad no es un accidente, es una consecuencia directa de la planeación técnica rigurosa, la innovación aplicada y una regulación que entiende el valor sistémico de cada componente de la red.
Creemos firmemente que México tiene el talento, la infraestructura base y el contexto económico para replicar modelos exitosos adaptados a nuestra realidad. Pero el momento para actuar es ahora. El objetivo de este escrito es visibilizar las principales brechas estructurales del sistema eléctrico mexicano y, a partir de referentes internacionales, proponer soluciones técnicas viables, escalables y contextualizadas. Este ejercicio busca detonar un diálogo técnico, informado y urgente entre actores públicos y privados que permita traducir lecciones internacionales en soluciones viables para México.
Grupo Mictlán se pone a disposición de la industria y sociedad civil para co-construir un sistema eléctrico resiliente, competitivo, sostenible y reitera su compromiso con el fortalecimiento técnico del sistema eléctrico mexicano. Porque no basta con tener energía limpia, también debe ser confiable.
La conversación está abierta, puede enviar un correo a [email protected], estamos a su disposición para sumar experiencia, visión técnica y soluciones concretas.