La reasignación de las operaciones de fabricación de las empresas multinacionales más cerca de los mercados de consumo para diversificarse de la interrupción de la cadena de suministro y los riesgos geopolíticos, beneficiará a México. No obstante, las limitaciones de infraestructura, incertidumbres en política pública -en particular la energética- y los riesgos climáticos físicos limitarán el potencial del nearshoring, revela un análisis de Moody’s Investors Service “nearshoring impulsa la fabricación y el sector inmobiliario, pero las barreras estructurales limitan el potencial.”
El documento indica que numerosas compañías siguen anunciando decisiones para reasignar instalaciones y construir plantas en México, y la entrada de inversión medible se intensificará en los próximos dos o tres años.
Sin embargo, si bien el cambio traerá beneficios tangibles a sectores y estados específicos en México, la nearshoring por sí sola no ampliará las perspectivas de crecimiento a mediano plazo del país más allá de la marca del 2% sin algunos cambios estructurales.
Destaca que “la política energética actual del país ha dañado la confianza de los inversores y ha creado incertidumbres regulatorias continuas. La infraestructura de transmisión doméstica establece mayores niveles de congestión que limitan la conectividad interregional.”
Aunado a ello, está “la escasez de agua en los centros industriales de México más cercanos a los Estados Unidos desalienta las oportunidades de nearshoring.”
Política energética e incertidumbre
La política energética insolidaria de México que se esfuerza por favorecer a la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha obstaculizado el desarrollo de nuevos proyectos privados de generación renovable, sostiene Moody’s Investors Service.
El acceso a nuevas energías renovables sigue siendo limitado, ya que México se ha desviado de sus objetivos sostenibles a largo plazo, mientras que las empresas multinacionales continúan sus esfuerzos para cumplir con los niveles de producción sostenible y los objetivos de descarbonización, que son consideraciones críticas al decidir cómo reasignar las actividades de fabricación.
Además, las empresas no financieras en México se enfrentan en gran medida al riesgo externo de transición de carbono, ya que los acreedores internacionales favorecen cada vez más a las empresas verdes que apuntan a reducir las emisiones y diversificarse en actividades comerciales rentables con bajas emisiones de carbono.
Falta de impulso a energías renovables, resta viabilidad
Durante 2022, México generó solo alrededor del 22% de su electricidad total a partir de fuentes renovables, muy por debajo de su compromiso de generar un 35% de electricidad renovable para 2024, considerablemente por detrás de la mayoría de sus países de mercados emergentes más cercanos, refiere Moody´s. México está rezagado con respecto a sus pares más cercanos en generación renovable.
De igual manera, la falta de apoyo político para la generación renovable y la participación privada en los proyectos de generación se debe principalmente al objetivo del gobierno de mantener el papel clave de CFE en el sector con un ambicioso programa de capital de $30 mil millones planificado para 2023-27.
Sin embargo, la gran mayoría de este gasto se destinaría a la generación combinada de energía de turbinas de ciclo de gas, y solo el 12% a proyectos renovables, según CFE. Además de retrasar aún más el desarrollo de la capacidad renovable material en el mediano período, este plan de gasto de capital aumentará el apalancamiento de CFE y expondrá a la empresa estatal a ciertos riesgos de ejecución.
Certidumbre en política pública mejoraría condiciones
El potencial de inversión de México aumentaría con una política pública que priorice la generación renovable y fomente la participación de los agricultores. Una mayor demanda de electricidad y menores cargas de gasto de capital beneficiarían la calidad crediticia independiente de CFE.
Una mejora en la percepción de previsibilidad y estabilidad del marco regulatorio de México también apoyaría la calidad crediticia para los emisores de generación de energía nuevos y existentes en el país, como Cometa Energía (Baa3 estable), Electricidad Firme de Mex Hold (Ba2 estable), Fel Energy VI (Baa3 estable) y México Generadora de Energía (Baa2 estable).
Más aspectos adversos en el sector energético
El análisis de Moody’s Investors Service, señala otros factores de infraestructura limitan aún más el potencial de nearshoring en México. Los desarrolladores de espacios industriales (que actualmente están al 98% de su capacidad) y los inquilinos necesitan acceso confiable a la infraestructura eléctrica de México, que en su estado actual no puede satisfacer la creciente demanda.
Además de la generación renovable rezagada de México, el aumento de la congestión eléctrica en la red de transmisión doméstica ha aumentado en los últimos años. El aumento de los niveles de reducción no respalda la conectividad interregional entre la capacidad instalada renovable y la actividad manufacturera concentrada en las regiones septentrionales, que, sin una inversión adicional en mantenimiento y expansión, planteará nuevos riesgos y problemas de fiabilidad.
“El aumento de las interrupciones no favorece la conectividad interregional y dificulta la fiabilidad del suministro de electricidad.”
Escasez de agua
Finalmente, la escasez de agua y la exposición a las sequías pueden obstaculizar la manufactura, que se concentra en los estados centro-norte y norte de México, ambas regiones que son especialmente vulnerables a los riesgos de estrés hídrico.
Los suministros de agua están disminuyendo en los estados áridos y ya fuertemente industriales de Nuevo León, San Luis Potosí y Chihuahua, y la competencia por los suministros de agua aumentará. Las empresas de producción y fabricación que dependen en gran medida del agua como un componente crítico de las operaciones corren el riesgo de una disponibilidad sustancial y limitaciones regulatorias sobre el agua. Este riesgo solo puede mitigarse parcialmente mediante el uso de agua reciclada y mediante una gestión más eficiente del agua.
El puntaje de estrés hídrico incluye indicadores que miden el estrés hídrico actual, la variabilidad interanual actual de las precipitaciones y los cambios absolutos y porcentuales en la oferta y la demanda de agua superficial (precipitaciones o ríos, no lagos o aguas subterráneas) disponibles para el consumo hasta 2040.